Cuenta la leyenda sobre los orígenes de Castellón que cuando, allá por 1251, Jaume I expulsó a los habitantes de las alquerías de La Plana, las gentes que vivían en los alrededores del Castell de Fadrell (junto a la actual ermita de la Magdalena) decidieron descender a estas tierras mucho más fértiles. Según la leyenda decidieron realizar esta mudanza de noche cerrada ayudados de faroles, unos faroles que colgaron en sus ‘gaiatos‘ (bastones) con los que pisar el suelo que les llevaba a su nuevo hogar, con mayor firmeza.
Pues bien, de la unión de ese ‘gaiato’ junto con el farol que alumbraba el camino nació la Gaiata que, como don Antonio Pascual Felip definió, no es más que un ‘esclat de llum sense foc ni fum’ (explosión de luz sin fuego ni humo) en clara alusión a las vecinas fallas. Podríamos decir que, involuntariamente, los castellonenses inventaron un símbolo para su ciudad ecológico, ya que de un año para otro se reciclan sus componentes y se reutilizan.
El concepto de gaiata hace alusión a dos elementos que aunque diferentes son complementarios. Por un lado, son monumentos de unos seis metros de altura aproximadamente, que hacen alusión a los faroles que hemos comentado con anterioridad. Huelga decir que los niños tienen un papel muy importante en las fiestas de la Magdalena. Por ello, también existen monumentos infantiles, que generalmente van a juego con la Gaiata Mayor pero de menor tamaño.
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